En los últimos años ha aumentado el interés por lucir dientes blancos y perfectos , especialmente cuando se acerca algún acontecimiento importante en nuestras vidas. Y es que ya sabemos que una sonrisa limpia y luminosa, es la mejor carta de presentación, pero lo cierto es que tener los dientes bonitos no depende a veces de los hábitos de uno mismo, sino que es cuestión de genética.
Es fundamental que, antes de realizarte un tratamiento de blanqueamiento dental, acudas a tu dentista para que éste haga una revisión bucodental completa. Existen patologías que no permiten la realización de un tratamiento de este tipo.
Una vez que tu dentista compruebe que tu boca está sana, podrá aplicarte el tratamiento que necesites, siempre con un tono natural y no artificial. La obsesión por el blanco se ha llamado ‘blancorexia’ y consiste en alcanzar un tono de diente demasiado blanco, lo que puede traer consigo una serie de problemas en la salud dental, además de un efecto antinatural y por lo tanto antiestético.
El blanqueamiento es una técnica estética y en ningún caso sustituye a una limpieza. La limpieza o tartrectomía elimina bacterias, refuerza el esmalte y protege a los dientes. Lo más habitual es utilizar una técnica mixta, que combina algunas sesiones en clínica, en las que se utiliza peróxido de hidrógeno en alta concentración y la aplicación de luz fría que activa el producto y el blanqueamiento ambulatorio en casa durante 15 días en la que se aplicará peróxido de hidrógeno durante un espacio de tiempo al día, con una férula de nuestra boca hecha a medida
Por ello, te recomendamos que siempre consultes a tu dentista y que sea él quien dé el visto bueno y supervise tu tratamiento.